El usuario tipo es el de personas a partir de 40 años que empiezan a sentir los síntomas de la presbicia o vista cansada. Cuando el problema aparece, muchas personas recurren a este tipo de gafas-lupa de producción industrial. Pero es un error no ponerse en manos de profesionales por el simple echo de pensar que como » solo es para leer» no necesitamos cuidar nuestros ojos con un producto de calidad independientemente del precio que tenga.
Parece que este tipo de gafas de lectura se fabrican con materiales de muy baja calidad, casi siempre con plástico inyectado, no con cristal de calidad, por lo que la visión no es tan nítida como debiera. Además, no pasan ningún tipo de control, y como se hacen con medidas estándares pasan por alto las diferencias de graduación entre los dos ojos, los centros pupilares, los ejes visuales o la posibilidad de astigmatismo, aspectos que los ópticos sí tienen en cuenta al crear cristales graduados a la medida.
Si hay un uso continuo de este tipo de gafas, las quejas más comunes están relacionadas con la irritación de ojos, el lagrimeo, dolores de cabeza, fatiga visual…
Además, estos productos, que casi en su totalidad procede de extremo oriente, entran en la UE y en España bajo muy diversas partidas arancelarias aduaneras como: lupas, plástico transformado, juguetes, etc. Incluso las que entran como gafas premontadas se definen como productos de Clase I y solo tienen que cumplir unos requisitos de etiquetado y marcado sin estar sujetas a ningún tipo de control e inspección, lo que conlleva una gran indefensión sanitaria para los usuarios.
